lunes, 19 de noviembre de 2012

La pasión por un sueño.

El arcano quince en el tarot, entre sus múltiples facetas y significados, nos ayuda a entender el origen de todo aquello que ha sido creado en el mundo que observamos hoy en día. El arcano del que hablo posee la simbología que habla de la pasión, por su puesto que, como todo en el universo, la pasión posee un rango tan amplio que puede variar entre las destructivas y las constructivas entonces que mejor pasión que la originada en nuestro interior que da pie no sólo a cambios reales en nuestras vidas sino que construyen un camino hacia algo que nos motiva, aquello que muchas veces parece improbable o imposible. La ilusión.

Dicho arcano nos habla también del fuego inherente en nosotros, aquello que nos mueve y nos hace capaces de quemar todo lo existente, construir sobre las cenizas de aquello que fue e impulsarnos en un camino que sólo los fuertes de carácter o los grandes soñadores son capaces de seguir, el fuego que se vuelve combustible para nuestros pensamientos y que genera la fuerza vital para ayudarnos a conseguir aquello que realmente deseamos volver tangible.

Dicen que el universo conspira por aquellos que tienen el coraje de vivir sus sueños, aquellos que sólo por la decisión de volverlos realidad construyen los caminos hacia ellos convirtiendo una mera ilusión en una meta y por consecuencia sólo de nuestras decisiones, acciones y esfuerzo, transformamos en realidad.

En diversas ocasiones somos capaces de criticar a los soñadores por no tener los pies sobre la tierra sin embargo es esa capacidad que criticamos en donde yace la capacidad de volar, de crear y de vivir. Un ser sin pasión, sin la correcta canalización de dicha pasión podría no ser capaz de alcanzar sus más cercanas metas pues sin combustible no hay acción.

Seamos capaces de soñar y dejar soñar, tengamos el atrevimiento de retarnos a nosotros mismos. De dejar fluir nuestra pasión y aprovechar el impulso, ese breve lapso de tiempo en el que todas las puertas se perciben abiertas, que nada nos detendrá, sepamos alimentarlas con inteligencia y sabiduría para que nuestros propios temores no apaguen esa llama que nos ilumina el camino que debemos seguir, aquellos que los místicos llaman la noche obscura. Ese camino que se anda por fe.



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